2.8.09

Clemencia




Hoy me llegó este mail:Clemencia. Siempre hay gente sana en el mundo, por suerte. Desde Bahía Blanca, con sus Voxinas: Gustavo López.
Va:

No sé por qué me levante pensado en Clemencia Tariffa. Una poeta hermosa, cuya hermosura se potencia al leer sus textos y ver simultáneamente la única foto que se conoce de ella, cuando aún era una nena de la escuela primaria. La voz poética de esta colombiana desconocida, o no todo lo difundida que se merece, guarda estrecha relación con poetas latinoamericanas que tal vez no se haya leído nunca, como Marosa Di Giorgio o Carmen Ollé. Quizás la extraña conexión que da compartir una sensibilidad frágil e intensa.

Clemencia Tariffa nació en Codazzi, Colombia, 1959 y a los ocho años fue llevada por su madre a vivir al puerto de Santa Marta. Publicó en 1987 su libro El ojo de la noche, y Obtuvo en 1994 el Premio Latinoamericano de Poesía Koeyú (Caracas) y el Premio de Poesía del Instituto de Cultura del Cesar. Ediciones Exilio publicó en 2006 su segundo libro Cuartel.

Actualmente está internada en un hospital psiquiátrico, donde fue alojada desde la muerte de su madre. Cuando esto sucedió, Clemencia fue acusada de matarla y sufrió por ello varios ataques verbales, periodísticos e incluso físicos, de los que tuvo que ser socorrida por amigos, hasta que el informe forense determinó que la muerte de la anciana se produjo por un paro cardíaco.

Por alguna razón, que no alcanzo a dar a luz , hoy pensé constantemente en esta poeta maravillosa, en la invocación de la fragilidad que nos llega ya desde su nombre y en su vida trágica y atormentada, incluso, tal vez, hasta por la misma poesía. Un tema recurrente que me asalta, ahora que lo pienso.




Carta de la ansiedad
Señora:
Cómo haría para decirle
que cuando usted está a mi lado
yo quisiera gritarle
que de su marido estoy enamorada
y los instintos me van devorando.
Señora:
Por su marido me detuve en dulce sueño
para convertirme por momento en fiera.
Mas no se preocupe señora:
él ni siquiera lo sabe.
Y yo soy incapaz de insinuarle,
fue la musa de Shakespeare
la que amablemente estuvo enamorada.
¡Ay señora de canción común!
Cómo le diría sin ofenderla
que usted ya no me inspira respeto
ni cuando la miro besando a su marido;
yo solo aspiro a ser ladrona
en ese rico trigal del que usted es dueña
-y desde hace rato compró-
Pero si deja de cuidarlo
robaré limpiamente su más dorado grano.
En mí el resentimiento se va hinchando.
Eso sí.
No se asuste mi señora
si las campanas cambiaron de tono,
que no es mi corazón el que está repicando,
solamente las agujas que ya no soportan el silencio
y por eso quieren salir del pecho.
Disculpe usted, señora.

Clemecia

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero se haya saciado entre las sabanas,viste?hace mal no saciarse...Por la saciedad de todos los corazones hambrientos!!!!
mar.

Danixa Laurencich dijo...

lo mismo espero mar, lo mismo.
Un beso y celebro con guiness la vuelta!

Patricio Rey dijo...

ji ji ji

Anónimo dijo...

que verguenza señora que la regocije ser ladrona y tomar algo a la fuerza no es bueno el poseido se debe sentir asfixiado y usted caprichosa y obsesiva

Danixa Laurencich dijo...

no anónimo, esto no es mío , acaso está tan obsesivamente cegado o cegada, poseído o poseída por una moral tan arcaica o asfixiándose tanto en sus caprichos que no puede leer bien? Si vuelve a leer despacio y calmadamente se dará cuenta que es una transcripción de un mail que había recibido ese día, de Gustavo López de la Editorial Vox de Bahía Blanca en el que contaba la historia de esta poeta que fue encerrada por error , una poeta llamada Clemencia Tariffa, de la que se conoce sólo esta foto que gracias a Gustavo López pude publicar.
Si no le gusta lea otro blog , en este no acepto anónimos estúpidos y agresivos. Para eso están los programas de tevé. Le sugiero , vaya a uno de ellos y exponga el caso de Clemencia Tariffa.